Después del mes más largo de la historia, regresamos con respuestas breves para cuestionantes amplias. Iniciamos con una misiva del sello Otono: una colaboración entre Flores de Mezcalapa y Juan Pablo Villa, una postal imaginaria que brilla con intensidad y belleza. Esto da paso a la poética sonora de Lyra Pramuk, que encuentra en la influencia de Meredith Monk una serie de secuencias inspiradas en el cosmos de Terry Riley, para entregar himnos abstractos que se entregan al espíritu comunal de la vanguardia folk.

Saint Etienne entrega el capítulo final de su carrera musical en International, que, en medio de finas y detalladas canciones electrónicas de baile, ofrece un respiro con el track Sweet Melodies, un remanente de su anterior y nocturno álbum, recordando que, detrás de esos destellos, el trío de Londres siempre tenía escondidos estos bellos ases bajo la manga. Lo que nos lleva a lo nuevo del productor argentino Miguel Castro (Pommerenck, Victoria Mil) y su proyecto Un + los b boys, quien, bajo los influjos de mantos y capas kraut electrónicos, posiciona diferentes versiones del dolor y del amor bajo la lupa del pop.

Lo nuevo de Lucrecia Dalt es también un ejercicio destacado de pop experimental, explorando de diversas formas la canción urbana del sur global. Apoyada en producción por David Sylvian, fácilmente se encuentran ahí sus breves contribuciones y detalles sonoros, acentuando la sonoridad de A Danger to Ourselves en un disco que refleja una aventurada búsqueda rítmica que rebasa el bolero electrónico de su anterior producción y lo convierte en algo totalmente nuevo y disfrutable. Le sigue el marasmo de Mark Van Hoen (Locust, Scala), que deja caer sus intenciones pop en un abismo digital de eco y retardo, desarrollando épicas construcciones espectrales que se desgastan en lo melódico y armónico.

Kaitlyn Aurelia Smith ha dejado atrás sus frecuencias de neo-age para devenir en un pop mutante que se desgarra con intensa luminosidad, encajando perfectamente con el multisensorial shoegaze de No Joy, quien esta vez colabora con el productor Fire-Toolz. El resultado es un disco, Bugland, que trasciende barreras de géneros alternativos, situándolo en una eterna y autogenerativa estela de sonido que recuerda a los Curve de Alan Moulder, filtrados por Boards of Canada.

El segundo álbum de Titanic (I. la Católica con María Belén Fratti), Hagen, muestra una evolución colaborativa que incluye a Daniel Lopatin (0PN) y Eli Keszler. Hay más libertad y despliegues en esta segunda vuelta, mostrando una reimaginación de lo que podemos entender como pop, entre canciones de cuna, mantras, repeticiones que abruptamente se detienen para cambiar de dirección y dejarnos afligidos y profundamente contagiados de su labor musical.
Cerramos con lo más reciente de Dean Wareham (Luna), que se reúne de nuevo con el productor Kramer —algo que no sucedía desde los días de Galaxie 500—, entregando una colección de canciones y sutiles arreglos que nos regresan a ese estilo entre Velvet Underground y Harry Nilsson, que es parte del ADN de Wareham, logrando una de sus más conmovedoras canciones: The Cloud is Coming, una bizarra y bella advertencia sobre las consecuencias catastróficas de la actual división política en los EUA.
(en portada: Titanic)