Un campo en Inglaterra

Si alguien conoce la importancia monumental del diseño de sonido al lado de la imagen en movimiento es David Lynch, por eso no entiendo porque su incursión al mundo del rock and roll carece del impacto ambiental que logró en Eraserhead. Y a falta de experiencias cinematográficas inmersivas me encuentro fascinado por el reciente trabajo de los ingleses Peter Strickland y Ben Wheatley.

Lo de Wheatley va por otra tangente, creando un espacio absorbente que captura como agujero negro, ni las palabras se escapan.

Con Strickland, en el filme Berberian Sound Studio, el deleite es técnico y preciso, un corte y pega que revela profundidad a pesar de su narrativa accidentada. Es un homenaje en superficie, la emulación estética sin nada a cambio, pero intensa y sonoramente memorable.

Lo de Wheatley, A Field In England, va por otra tangente, creando un espacio absorbente que captura como agujero negro, ni las palabras se escapan. Es la psicodelia inglesa, el paradigma del viaje interno y externo, el folclor de sub mundos y universos que conviven en una terrible historia de guerra civil, magia, hongos y tesoros escondidos. Es para verse una y otra vez, para perder la brújula, soltarse en el ambient, ahogarse ahí en ese gran sonido y memorizar cada palabra y gesto como alternativa de escape.